El registro fósil nos proporciona instantáneas del pasado que cuando las juntamos forman un panorama de cambios evolutivos durante los últimos 3.500 millones de años. La panorámica puede ser borrosa en algunos puntos, incluso hay pequeñas zonas borradas, pero la evidencias fósil claramente nos muestran que la vida es muy antigua y que ha cambiado a lo largo del tiempo geológico mediante la evolución.
Los primeros descubrimientos fósiles
Los científicos han reconocido a los fósiles como evidencia de la vida pasada desde hace mucho tiempo. Xenophanes, uno de los fiósofos griegos de la antigüedad, encontró conchas fosilizadas tierra adentro en una zona seca y concluyó que ese lugar había sido alguna vez un fondo marino. Hace casi 1.000años, el científico chino Shen Kuo llegó a conclusiones similares basándose en restos fosilizados de especies que no podían haber vivido en los ambientes del momento en el que se descubrieron. En el s. XVII, Nicholas Steno se dió cuenta de la semajanza entre los dientes de los tiburones y de las rocas comúnmente llamadas “lenguas de piedra”, y argumentó que esas piedras habrían estado alguna vez en en la boca de tiburones vivos. Desde entonces, los paleontólogos, como la inglesa victoriana Mary Anning, quien ayudó a desenterrar el primer ictiosauro fósil bien identificado, han continuado ampliando nuestro conocimiento sobre la diversidad de formas de la vida pasada.
Más pistas facilitadas por los fósiles
Hoy, pocos cuestionan que los fósiles representan la vida del pasado. Es difícil mirar el esqueleto de un T. rex y sacar otra conclusión. Pero esto no quiere decir que la ciencia sepa todo sobre los fósiles. Los paleontólogos continúan aprendiendo de los fósiles – y no sólo de la anatomía de los organismos preservados.
Los fósiles nos revelan relaciones ecológicas del pasado
Esta hoja fósil (que tiene algo más de 10 millones de años) muestra un patrón de daño claro– uno que coincide con los daños producidos por la oruga de la polilla Stigmella heteromelis a las hojas actuales. Los modelos del daño producido son tan similares y tan diferentes de otros daños a hojas que aunque no tenemos fósiles de la oruga, sabemos por la observación de la hoja fósil que debió haber vivido en el ambiente y en el momento en que vivió la planta. Basándose en donde se encontró este fósil, los científicos saben que las especies de polillas de hoy tienen una distribución más pequeña de la que tuvieron en el pasado. Este fósil también nos dice que la oruga fue parasitada por una avispa muy pequeña, como indica el pequeño orificio circular (flecha amarilla) hecho por la avispa al salir. Hoy podemos observar la misma relación de parasitismo entre avispas y S. heteromelis.
Fósiles, fisiología y comportamiento
Los fósiles también nos hablan sobre los modelos de crecimiento de los animales del pasado. Por ejemplo, esta imagen nos muestra un corte transversal de la cabeza abovedada del dinosaurio Stegocerus validum. Los espacios azules nos muestran los lugares del hueso por donde pasaban los vasos sanguíneos. La densidad de vasos sanguíneos en la bóveda indica que este hueso crecía rápidamente. Esto, junto con otras evidencias, sugiere que el fósil procede de un individuo joven. De hecho, la cúpula del cráneo en estas especies alcanzaba su máximo desarrollo en individuos jóvenes. Esto (de nuevo, junto con otras pruebas relativas a la resistencia del hueso) sugiere que la cúpula no se usaba en los enfrentamientos por apareamineto entre los adultos, y que seguramente tenía alguna otra función – quizás ayudaba a que los individuos de la misma especie se reconociesen entre sí.
Reviewed and updated, June 2020. Translated by Fran Guerola and Ixchel Gonzalez Ramirez.